Los niños manifiestan comunicación desde el inicio de sus vidas.
Entendemos por comunicación, la capacidad para manifestar la intención de transmitir un mensaje mediante un código concreto. Para enviar el mensaje, necesitamos un emisor encargado de emitirlo y un receptor comunicativo.
Para que este mensaje sea comprendido y pueda haber una interacción entre ambos individuos, el código usado debe de ser legible por ambas partes.
Un bebé recién nacido, y durante los primeros meses de vida, a través de la propia experiencia ante el manifiesto de los impulsos más básicos, usa el llanto como vía comunicativa para expresar sus necesidades; hambre, sueño o dolor. Esta etapa, conocida como etapa prelingüística, que se sitúa entre los 0 y 12 meses, comprende la imitación de sonidos, juegos vocálicos y balbuceos.
Esta primera fase, podemos dividirla en los siguientes períodos de desarrollo:
La comprendida entre los 0 a 5 meses: edad en la que se establece el contacto visual, el bebé experimenta sus propios sonidos y existe una atención conjunta y sensación de regulación ante la voz de sus progenitores.
El bebé se muestra sensible ante el ruido, lo que manifiesta en forma de llanto. Aunque no utiliza palabras, es capaz de comunicar con sonidos y gestos.
Desde los 5 hasta los 7 meses. Se observa una predisposición a emitir sonidos vocálicos con la intencionalidad de intercambiar información con el adulto.
A los 12 meses: se integran las funciones protoimperativa; el bebé usa su mano para conducir al receptor comunicativo hacia el elemento que desea, y la función protodeclarativa; en la que el propio bebé señala un elemento para compartir la experiencia con el receptor comunicativo.
En esta etapa aparece el llanto por separación de su cuidador principal, comprende su nombre y da lugar al inicio de la imitación vocálica y emisión de primeras palabras. Normalmente, las primeras palabras con función en aparecer son las bilabiales; esto quiere decir, las que se emiten apoyando los labios. Este hecho explica que durante los primeros juegos vocálicos y coincidiendo con el inicio de la ingesta de semisólidos, aparezcan las palabras “papá” o “mamá”, seguidas normalmente de palabras con el fonema “t”; como por ejemplo, “tete”.
A partir de los 12 meses, entramos en la etapa lingüística. Este concepto lo usamos para describir la forma en la que el individuo, en este caso el bebé, usa las palabras con una función determinada.
Es en esta etapa en donde se aprecia la emisión de palabras con sentido propio, y a partir de los 14 meses cuando aparece la función de las palabras “holofrase”.
Nos referimos a este concepto cuando el niño emite una palabra que engloba una frase sencilla; el niño puede expresar la palabra “más” (quiero- más), “coche” (dame el coche) o el nexo de dos palabras seguidas que dan lugar ya a esa fase en la que emite frases sencillas.
A partir de los 15 meses, debería aparecer un repertorio de entre 15 y 20 palabras emitidas con intencionalidad y función dentro de los diferentes contextos.
Desde los 18 a los 24 meses de edad, el repertorio aumenta hasta las 50 palabras. El lenguaje empieza a ser más complejo y el niño estructura de forma más establecida, las uniones de dos palabras.
Sobre los 2 años, comienza la frase de combinación. En esta etapa, el vocabulario del niño es más amplio, lo que le permite unir palabras para construir frases.
Unido a su desarrollo general, en esta etapa son capaces de resolver por sí mismos algunas tareas que implican cierto grado de equilibrio y autonomía; como por ejemplo, la marcha segura, sentarse solos y reconocer su propio esquema corporal.
Entre los 24 y 36 meses de edad, existe una explosión en el incremento del vocabulario, llegando incluso a las 1000 palabras y dándoles un uso adecuado. En esta edad, los tiempos de atención son más prolongados y la atención conjunta resulta imprescindible durante esta etapa de aprendizaje tan importante.
A partir de los 3 años, los niños ya usan un lenguaje más complejo, son capaces de responder a preguntas en las que debe existir un cierto nivel de atención y comprensión y el uso del lenguaje imita al adulto, siendo muy común la presencia de distorsión en los sonidos de algunas palabras.